Odiamos a Bush, ¿amamos a Kerry?
Cuando hay elecciones presidenciales en otro país es frecuente pensar a quién votaríamos de vivir en el estado inmerso en el proceso electoral. Lo habitual en esas ocasiones es que uno prefiera que venza el candidato con ideas, en principio, similares a las del partido al que suele votar en los comicios de su país. Por ejemplo, en el caso de un votante del PSOE, preferirá una victoria de Schröder en Alemania antes que la de un candidato de la CDU.
Sin embargo, con las elecciones norteamericanas de este año no nos pasa eso. Si por los españoles fuera, la victoria de John Kerry sería aplastante. En una encuesta encargada por la Cadena SER al Instituto Opina, más del 60% de los encuestados decía que prefiere que John Kerry sea presidente, frente a un 11% que desea que George W. Bush sea reelegido. Para ser sinceros, lástima que los ciudadanos de Estados Unidos no piensen lo mismo.
La pregunta que se le viene a uno a la cabeza después de conocer resultados como el de la encuesta de la SER, es si los españoles conocemos a Kerry. Lo cierto es que no. No es que amemos a Kerry, lo que nos pasa es que odiamos a Bush. En EE.UU ocurre algo similar, aunque las cosas estén más equilibradas entre los dos candidatos. Si bien, en gran medida, podríamos hablar de votantes pro Bush y anti Bush (más que pro Kerry).
¿Es lícito eso de votar a un candidato porque el otro nos cae rematadamente mal? Lo ideal sería votar teniendo en cuenta que estamos de acuerdo con el programa del candidato cuya papeleta vamos a introducir en la urna, pero también es verdad que el voto de castigo está muy extendido. Y Bush, precisamente, se merece un castigo. Como decía el editorial de El Mundo este domingo, hay que votar a Kerry para evitar que Bush repita.
Desde la creación de Estados Unidos, los presidentes, hayan sido republicanos o demócratas, han tenido como claro objetivo ser los mandatarios de todos y cada uno de sus conciudadanos. En el país de las barras y las estrellas, el presidente ha sido siempre visto como un símbolo más de la nación que intenta liderarla y no dividirla. La herencia que deja Bush tras su mandato es una nación polarizada como nunca antes, todo ello a pesar de la corriente de simpatía que le otorgaron los atentados del 11 de septiembre. Pero la división interna de Estados Unidos no es la única que ha sembrado Bush, el presidente también ha conseguido extender una creciente ola de antiamericanismo en todo el mundo. Especialmente en los países musulmanes a los que Bush ha alineado en lo que él ha venido a llamar "eje del mal" y a los que cada cierto tiempo recuerda que pueden acabar de la misma forma que Irak. Un país que ha sido invadido tras una operación unilateral, contraria a los preceptos de la legalidad internacional y basada en afirmaciones como la existencia de armas de destrucción masiva que nunca se han podido demostrar. Un país que lleva meses sumido en un enorme caos y en el que han perdido la vida centenares de miles de iraquíes (la mayoría población civil) y más de 1.100 soldados norteamericanos como consecuencia de una operación militar mal planificada.
¿Bush además ha hecho trizas la idea de Estados Unidos como paraíso de las libertades. Es difícil mantener esa visión teniendo en cuenta que su gobierno organizó en su momento y ahora ampara la situación en Guantánamo, permitió los desmanes protagonizados por su ejército en la prisión de Abu Graib o impulsó medidas como la Patriot Act que, bajo nombre tan trasnochado, permite espiar y encarcelar a los ciudadanos sin orden judicial por el mero hecho de parecer sospechosos o haber sido denunciados anónimamente por algún vecino.
Bush ha sido un fracaso en todos los frentes. En el económico, ha sido el primer presidente de Estados Unidos desde el crack del 29 en destruir puestos de trabajo. Pero no sólo eso, ha dilapidado el superávit que dejó la Administración Clinton hasta convertirlo en un espectacular déficit presupuestario de casi 500.000 millones de dólares a base de reducir los impuestos a los que más tienen e incrementar el gasto militar.
Dicen los detractores de Kerry, que el candidato demócrata no es de fiar porque ha cambiado de opinión en numerosas ocasiones. En el caso de Bush, los cambios de opinión no pueden ser más radicales. Hace cuatro años, el actual presidente prometía que trabajaría tanto con demócratas, como con republicanos. Hoy sabemos que Bush aleja de su entorno a todo aquel que se atreve a llevarle la contraria y vemos como cada vez está más encastillado en posturas extremistas. Dijo que defendería el medio ambiente y además de no firmar el Protocolo de Kioto, ha permitido prospecciones petrolíferas en Alaska.
Si ahora tuviéramos que preguntarnos, tal y como recomendaba Ronald Reagan en sus mítines, si las cosas están mejor que hace cuatro años, la respuesta es evidente: no. Kerry basa su programa en la vuelta al multilateralismo y el consenso en política internacional, en la mejora de la sanidad pública (18.000 norteamericanos mueren cada año por no poder ir al médico), el fin de la pena de muerte, el control de la venta de armas y el impulso de la pequeña y mediana industria para relanzar la economía y el empleo. Estas propuestas merecen, al menos, una oportunidad.
Es curioso que Bush haya dedicado la mayor parte de su campaña a difundir el mensaje del miedo y a descalificar a su adversario en lugar de a defender su propia gestión. La razón es sencilla: sus cuatro años de gobierno son indefendibles. Hay ocasiones en las que no vale decir aquello de más vale lo malo conocido. Sólo porque Bush no vuelva a gobernar, Kerry se merece el apoyo de los ciudadanos estadounidenses. El de los españoles es evidente que ya lo tiene.
3 comentarios
Andrés Puño y Letra -
Sonia -
Pongamos un ejemplo sencillo: la Constitución estadounidense no diferencia entre matrimonios entre heterosexuales u homosexuales y, si por algo se ha caracterizado siempre este país, es por tener una Constitución muy 'abierta', que no condiciona casos particulares. En cambio, Bush ha afirmado que quiere hacer una distinción expresa para que quede claro que los matrimonios son entre hombres y mujeres... Como el cangrejo...
Que gane el menos peor.
Anónimo -